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ENTREVISTA: Intelectual Luz Marina Barreto reflexiona acerca de las etiquetas vacías

6:13, Posted by Luis Moisés Escobar Bastidas, No Comment

Entrevista a Luz Marina Barreto, profesora de filosofía de la UCV y Directora del Instituto De Filología Andrés Bello

Etiquetar Es “Reducir Al Ser Humano A Mercancía”

Gerardo González Estudiante Escuela de Filosofía

Etiqueta: Marca, señal o marbete que se coloca en un objeto, para su identificación, valoración, clasificación, etc. Esta es la definición que encontramos de la palabra en el Diccionario De La Real Academia Española. Se trata, generalmente, del uso ordinario de una etiqueta para referirnos a las cosas, pero cuando colocamos etiquetas sobre los seres humanos, el sentido, aunque parezca increíble en este siglo, no es del todo diferente: “Al colocar etiquetas a las personas, estás desconociendo las determinaciones de tipo social, éticas y morales, que implican las relaciones humanas”

En la actualidad del país, la colocación de etiquetas a la ligera se cierne como un anatema sobre cualquiera, sin importar el daño que pueda ocasionarles a las personas. En una sociedad que a gritos reclama superación, donde la incertidumbre intelectual de unos pocos rechina tras la fe en personas nebulosas, hay quien se escuda en algo tan ruín y cóncavo como una etiqueta. Sobre esto quise tener la visión filosófica de Luz Marina Barreto, profesora de filosofía de la UCV y Directora del IFAB, para tratar de comprender mejor esta tendencia tan nefasta de lucha política.


Etiquetar es reducir a las personas a un prejuicio, como cuando decimos: Aquel es un negro, o indio, o gay, o judío, o de ultra-derecha, o de extrema izquierda. Ataviadas a veces de una entonación soez, muchos esgrimen algunas de estas etiquetas como si ellas expresasen una forma de conocimiento suficiente, todo lo que necesitamos saber sobre el individuo así etiquetado. Como si bastase con la nota en la frente para taparnos los oídos o callarle. “Etiquetar a una persona de esta manera es inmoral y reduccionista. La pretensión es el apartarle, convertirla en un objeto”, dice la profesora.

“Tú le puedes colocar una etiqueta a un teléfono y decir: cuesta tanto, pero a una persona no, porque la persona sigue hablando y discutiendo, es decir no se deja reducir a mercancía”

Cuando alguien arbitrariamente interrumpe el diálogo para poner una etiqueta, solemos quedarnos momentáneamente impávidos, hasta que alguien inteligente, con buenos argumentos, tumba lo que conceptualmente el etiquetador no supo sostener.
“Si alguien le coloca una etiqueta, por ejemplo, a la obra de un autor que a ti te gusta, cómo puede esa persona impedir que, una vez que haya pasado el shock de la etiqueta, vayas y leas de nuevo a ese autor y te formes una opinión propia de aquello que leíste, de lo que realmente dice esa persona que ha sido de esta manera invalidada”.

¿Con qué fin una persona pretende abrazarse a una etiqueta?

- Quien coloca una etiqueta es incapaz no sólo de relacionarse con otros seres humanos, sino que le es imposible dialogar, hacerse entender o entender a otros, dirimir problemas, dificultades o conflictos de una manera civilizada y argumentativa. Se trata de alguien que resuelve las cosas cosificando la realidad, colocando etiquetas.

-Pero, así como hay un “ponedor de etiquetas”, hay un “consumidor” de etiquetas. Afortunadamente, la mayoría de nosotros no entramos en ninguna de las dos categorías. La mayoría de las personas son gente inteligente, que no dejan de escuchar y de leer a las personas porque alguien les coloque una etiqueta.

¿Cómo hacemos como estudiantes para luchar contra las etiquetas?

- A pesar que considero que es algo moralmente muy grave, soy bastante optimista respecto de la capacidad de la mayoría de nuestros estudiantes para resistir la ruptura del diálogo que implica la colocación de etiquetas que no significan nada. Quienes colocan etiquetas no quieren tomarse el trabajo de entender o explicar realmente las cosas y lo que está sucediendo en Venezuela. Son una minoría que, o bien consume etiquetas, o bien no pueden tomarse el trabajo de formarse su opinión propia frente a las cosas. Son personas que necesitan que otros clasifiquen las cosas por ellos, renunciando a su capacidad de pensar, de criticar. Se dejan llevar como ovejas de un rebaño. Pero, como decía, son una minoría, porque la mayoría de los venezolanos y la mayoría de la gente en el mundo es gente pensante.

- Con quienes colocan o consumen etiquetas no hay que perder mucho el tiempo: la discusión es con quien quiere dialogar, hablar; con quienes quieran relacionarse con los demás transparentemente, de manera abierta y argumentativa. Afortunadamente, así son la mayoría de nuestros estudiantes.

- Existen números, cifras objetivas que muestran que la audiencia televisiva de los programas conducidos por gente que lo único que sabe es colocar etiquetas e insultar, y que no maneja argumentos, es una audiencia mínima.

¿Cuándo ya no se trata de una etiqueta?

- En el momento en que se produce una discusión fecunda, reflexiva, los que colocan etiquetas se quedan sin argumentos. Por supuesto, unos pocos, cuando las etiquetas no les funcionan para interrumpir el diálogo, entonces optan por una molotov, eso es obvio.

Entonces, el problema es que cuando deja funcionar una etiqueta para destruir la discusión y el diálogo, los arbitrarios pasan a usar la fuerza:

- Lo que nosotros tenemos que hacer, la gente que tenemos argumentos, que estudiamos, que reflexionamos, todos los que nos quemamos las pestañas realmente en este país, es proseguir la discusión y no dejarnos intimidar ni asustar.

- Las etiquetas no producen un daño real. Sólo afectan a los consumidores de etiquetas y no detienen el curso de la historia. Los filósofos creemos en la verdad y, para infortunio de quienes no están interesados en ella, lo cierto es que el curso de la historia demuestra que la verdad termina por imponerse.

- Hay un pasaje en los evangelios, en donde se quiere lanzar a Jesús de Nazaret por un precipicio, el pasaje es muy hermoso porque a pesar de que estas personas lo van empujando, él tranquilamente se voltea hacia la multitud, camina hacia ellos, la gente termina por abrirle paso, y se va. Uno ve en la vida de Jesús una gran autonomía. Pienso que la autonomía moral es la fuente del respeto para con nosotros mismos y para los demás.

La profesora, apegada a la certidumbre de lo efímero de estas estacas verbales, nos sacude optimistamente, invitándonos a colocar la otra mejilla, pero no para dejarnos agredir, sino seguir con pie de plomo, autónomamente, hacia aquello en que creemos, sin importar las estratagemas de quienes quieren que hagamos lo que ellos desean. Se trata de seguir instruyéndonos, de respetarnos a nosotros mismos y de cuestionar a quienes presumamos falaces. Así, la etiqueta humana nace signada por su derrota, pese al aparataje de unos pésimos titiriteros.

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