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Venezuela Marcha a Clases

6:51, Posted by Luis Moisés Escobar Bastidas, No Comment

Gerardo González
Estudiante de la Escuela de Filosofía

Chapuzón de sudor, la marcha parece ser ya una tradición, como en un maratón mujeres y hombres recorren la ciudad, con consignas, pancartas, alegorías a toda garganta, la protesta se expresa a pie. Son respuesta a un llamado, que acuña en el marchista la inspiración, el miedo, la ambición y hasta el alcohol. Defienden o maldicen “El Proyecto País”, del que todos están hasta el cuello, pero muy pocos pueden proponer un buen argumento para expresar afán o descontento.

De regreso a clases, me siento un soldado en destierro, cómo es posible que a un estudiante le corten el pellejo, porque no sabe bien con qué carajo está en desacuerdo. La milicia “revolucionaria” batalla, despiadada no perdonará flagrancia.

Casi puedo saborear la Francia de Michelet, la danza de cabezas degolladas era necesaria para la eufórica revolución, hoy son menos sangrientas, pero aún más huecas, esas cabezas son expuestas, no en estacas sino en las cámaras, de entre la deleznable mofa sobre los inconscientes surgen las conclusiones: “ellos no conocen nada” “no saben por qué marchan”, así la generalización anuda mi tráquea.

Salir a marchar es un derecho, ahumado ejercicio de la libertad, un placer hilarante tras bambalinas. Pero la verdad se ajusta a dos puntas, quien hale con más fuerza hará caer al extremista, que, lleno de barro, no podrá mostrar su rostro, una máscara que nos tocará llevar en pleno a los que desavenimos, aunque no todos hayamos bregado en esa contienda.

Quien no quiera mojarse del chaparrón jocoso, se planta frente a un bosque engañoso de pocos senderos, resplandecientes o borrascosos. Está el camino de la apatía, lleno de ardillas egoístas, otros abordan la protesta, colibríes activistas, que flagelan la estabilidad de utilería donde anidan cuervos y arpías. Y si acaso me atasco en la arboleda, que no se me señale por no sumarme a la jauría, ni soy adeco ni copeyano, ¿y qué tienen ellos de malo?, no vengo disociado ni estoy obnubilado, no ando por andar ni “el imperio” me mandó. Solo soy joven y decente, eso me dice la gente.

¿Cómo hacemos para andar con nuestra conciencia social, si los lobos aullarán hambrientos de compatriotas, cuando la luna salga a iluminar la ignorancia? Se sirven nuestros ojos y oídos en un plato dantesco, del que degustarán los poderosos, con colmillos que desgarran la dignidad de sus hermanos.

Se colocan pues orondos, como sabiondos, superiores de rango, ¡jeques de la intelectualidad! Solo gracias al regocijante contraste con una masa falaz, cuya torpeza deviene en fanfarrias de “éxito”, que les hace pensar a los indoctos hedonistas que vale más las risas que la pericia. Frustrante aserción que me deja inerte, mi país el de la guasa, el lugar del indetenible bochinche, hombres de carcajadas son los actuantes políticos, oscuro humor el chistoso descrédito, los arlequines se roban la corona.

“Mientras viva, nunca me retiraré del sendero al internarme en el bosque, cosa que mi madre me había ya prohibido hacer.”(Caperucita Roja. Hnos Grimm).

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